Dos hijos y dos experiencias de lactancia materna distintas

He comprendido el verdadero funcionamiento de la lactancia materna a raíz de haber amamantado a mi segundo hijo. De las dos experiencias que he tenido, la primera fue muy mala y la segunda llevaba el mismo camino hasta que me enteré que había asesoras en lactancia materna y acudí a una de ellas.

A mi hija mayor le empecé a dar el pecho en el hospital, pero era una niña muy grande y le dio una bajada de azúcar. En vez de darle un biberón de agua glucosada para subir los niveles de azúcar en sangre, le dieron un biberón de leche artificial y salió del hospital con lactancia mixta. En mi estancia en el hospital, por la forma de mis pezones, tuve algún problema para que se enganchase bien y una enfermera me trajo unas pezoneras. Salí del hospital con ellas y mi hija estuvo mamando durante un mes. En cada toma, primero le daba el pecho y después un biberón. Como mi intención durante mi baja maternal era la lactancia materna exclusiva, logré ir retirándole poco a poco el biberón y dejarle únicamente con el pecho, pero tras lograr mi objetivo pude comprobar que solo con el pecho se quedaba con hambre– probablemente porque mi producción de leche ya era escasa – , así que, de nuevo, y a mi pesar, introduje el biberón.

Otra vez en cada toma primero pecho, luego biberón, hasta que me rechazó el pecho y no quería mamar, que fue al principio del segundo mes. Unas veces tomaba el pecho, otras le daba leche materna en un biberón, y luego siempre su toma de leche artificial. Con el sacaleches obtenía muy poca leche y me llevaba mucho tiempo obtener tan poca cantidad. Era frustrante y me consumía un tiempo del que, lamentablemente, no disponía. Al principio le insistí y le obligué, en cierta manera, a que siguiese mamando. ¡Era tal mi interés porque obtuviese los beneficios de la leche materna! Pero pronto me di cuenta que el que siguiese mamando no podía depender de una «lucha» a ver quien podía más, si ella resistiéndose a mamar o yo insistiéndole para que mamara cuando ella ya había decidido que no deseaba continuar. Antes de finalizar su segundo mes de vida ya habíamos abandonado por completo la lactancia materna. Me dio mucha pena, pero me parecía poco respetuoso con ella e, incluso, contraproducente obligarla a mamar en contra de su voluntad. Lo pasé mal. Lloré amargamente, pero tuve que adaptarme a la nueva situación. ¡Qué remedio!

Recuerdo haberle contado a su primer pediatra que la niña me rechazaba el pecho, y él se limitó a afirmar: «A veces pasa…» ¿A veces pasa? Pero pasará por algo, digo yo, habrá que buscar la causa para ver si se le puede poner solución. Lo natural en el bebé lactante es que quiera mamar, rechazar el pecho no parece muy normal, será que hay algo que no funciona como debiera… En fin, ahora me parece tan obvio, entonces solo lo intuía. Ante su contestación le pregunté el motivo de tal comportamiento y él me contestó que no se sabía. Si tu pediatra de confianza te dice eso y eres madre primeriza tienes muchas posibilidades de quedarte ahí y mi hija, lamentablemente, pagó la novatada. Por aquel entonces yo ni había oído hablar de las asesoras de lactancia ni de los grupos de apoyo. Con el tiempo me he dado cuenta que existe una gran desinformación sobre la lactancia materna, incluso entre los profesionales médicos y si, en general, fue un buen pediatra, en particular, en esta cuestión, no estuvo a la altura de las circunstancias, ya que si él no contaba con la suficiente formación y experiencia sobre la lactancia materna, debería haberme derivado o, al menos, hablado de las asesoras de lactancia materna. Una pena…

Tres años y diez meses después estaba de nuevo en la situación de amamantar. Di a luz en el mismo hospital. De nuevo tuve algún problema con el agarre, pero la mayoría de las enfermeras que me atendieron en el postparto me ayudaron mucho a que el niño se prendiese. Hubo otra, en cambio, que ante la primera dificultad, me ofreció de nuevo las famosas pezoneras. Mientras duró su turno las utilicé, porque sola, sin su ayuda, mi hijo no agarraba bien el pezón, pero cuando finalizó su turno las guardé y no las volví a utilizar hasta al cabo de bastantes días. La que entonces era la pediatra de mis hijos tuvo interés en ver cómo se agarraba al pecho mi hijo pequeño, cosa que le agradecí profundamente. Al verme tan agrietados los pezones, sobre todo uno de ellos, me dijo que por qué no me ponía pezonera, al menos en el que tenía peor, mientras le daba tiempo a curarse. Me dijo textualmente «me duele verte los pezones». La verdad que había llegado a un punto en el que para mí, debido a las grietas, era un verdadero sufrimiento darle de mamar a mi hijo. Así que le hice caso. Sentí un gran alivio con el uso de las pezoneras y le di tiempo a mis malogrados pezones a recuperarse un poco.

Ya se sabe cuando se da de mamar a demanda a un recién nacido que éste tiene necesidad de amamantarse en períodos muy cortos de tiempo. De repente observé que el período de tiempo entre una toma y otra era prácticamente inexistente, tanto de día como de noche. Los loquios que tenía, al tener tal succión en las mamas, eran tremendos. En su momento no me percaté que ese incremento en la demanda había coincidido con la introducción de las pezoneras (como no sacaba lo suficiente insistía y al momento volvía a pedir). La pena fue que cuando estuve en la consulta con la pediatra de mis hijos no llevaba encima las pezoneras porque seguro que ella habría observado que eran excesivamente pequeñas.

Fueron pasando los días, y quería asegurarme que utilizaba la postura correcta  y que todo estaba bien en lo relativo a la lactancia, así que acudí a una consulta de una pediatra especialista en lactancia materna. Cuando llegamos, le pesaron y tallaron y, para sorpresa de mi marido y mía – pues hasta la revisión anterior con su pediatra había ido ganando peso a buen ritmo -,  nuestro hijo pequeño había crecido de talla pero, sin embargo, había perdido peso. Y el caso es que habíamos estado en consulta hacía solo unos días. Le dije a la asesora que el niño se pasaba el día y la noche al pecho, no entendía cómo alimentándose tan a menudo había podido perder peso, y me dijo que le pusiese a mamar. Tras unos segundos de observación me dijo que el problema no lo teníamos ni mi hijo ni yo, que el problema eran las pezoneras, que eran excesivamente pequeñas. Resulta que eran tres tallas más pequeñas de lo que yo necesitaba. Así es que mi hijo sacaba poca leche porque la presión que ejercía la pezonera  sobre el pezón por ser una talla tan pequeña, no le permitía hacer de forma correcta la succión, con lo que el niño sacaba menos cantidad de la que necesitaba. Y él, que era fortachón, en cuanto descansaba un poquito, otra vez pedía mamar, a ver si lograba sacar algo. Mi percepción era que sí sacaba porque me sentía el pecho menos lleno, aunque no vacío, y porque veía restos de leche en las pezoneras y en su boca. Y sacar, sacaba, pero no todo lo que le tenía que llegar. Igual otro niño menos fuerte e insistente, se hubiese cansado de tanto esfuerzo y hubiese preferido dormitar en vez de pedir a todas horas.

Curiosamente, yo había guardado unas pezoneras de cuando amamanté a mi hija mayor y resultaron ser, igualmente, tres tallas más pequeñas de lo que yo necesitaba. Cualquiera pensará que cómo no me di cuenta de que eran pequeñas para mí si había una diferencia tan grande entre las que me habían dado y las que de verdad necesitaba, pero caberme, me cabían, y aunque a mí sí me parecía que me quedaban un poco justas, tampoco sabía con qué holgura o no habían de quedar y si te las da una enfermera de maternidad, que piensas que sabe lo que te está dando, la verdad, lo di por bueno; tanto es así, que ya estando en casa, un día fui a la farmacia a comprarme otras y claro, las pedí de la misma talla que me habían dado en el hospital.

En lo que se refiere a mi hijo pequeño, al empezar a utilizar las pezoneras de la talla correcta el niño comenzó de nuevo a ganar peso y, cuando se curaron mis pezones retiré las pezoneras.

En cuanto a mi hija mayor, comprendí muchas cosas. Yo achacaba su rechazo al pecho a que le era más dificultoso mamar que tomar el biberón y que como sabía que después del pecho había toma de «bibe», pues, para qué iba a molestarse en algo que le suponía más esfuerzo. Y es verdad, no cabe duda que les es más fácil sacar la leche de un biberón que de la mama (antes no había de las tetinas que existen ahora para que el bebé no le sea más fácil tomar el biberón que mamar) pero, claro, en realidad, ese era solo uno de los factores que condicionaron el fracaso de su lactancia. También cuanto más mama el bebé, más producción de leche tiene la madre, y claro, entre que hacía toma de «bibe» y que además sacaba poco por la pezonera extremadamente pequeña, pues  la cantidad de leche que obtenía no le merecía la pena el esfuerzo. Y, a la vez, mi producción  de leche, ante tan poco estímulo, era escasa, con lo cual era un círculo vicioso: le costaba y sacaba poco y, como sacaba poco, yo producía menos leche, con lo que para ella era mucho el esfuerzo que tenía que hacer para sacar cada vez menos. Pero aún hay más, con el tiempo nos enteramos que tenía un frenillo sublingual corto y tengo entendido que también eso puede dificultar la lactancia. Desconozco si tan corto como para que no pudiese mamar correctamente, porque cuando nos enteramos, mi hija hacía mucho tiempo que había dejado de ser lactante, pero claro, desde luego tenía todas las papeletas para abandonar prematuramente la lactancia materna. Una pena no haber estado bien asesorada para ir solventando las dificultades y haber podido continuar amamantando a mi hija, como era mi pretensión.

Dos hijos y dos experiencias de lactancia materna totalmente distintas. Solo me queda dar las gracias a los profesionales que ayudaron a que la lactancia de mi hijo pequeño se desarrollase con éxito. Gracias a todos ellos.

4 comentarios en “Dos hijos y dos experiencias de lactancia materna distintas

  1. Sinceramente es toda una odisea la que vive una con la Lactancia, eso porque nos es ajeno lo que es natural, estamos tan bombardeados de propaganda, que los biberones, que el extractor, que sí, que no…
    Lo bueno fue que lograste superar los obstáculos y disfrutar de una lactancia exitosa.

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